Mitos, leyendas y folclore del mundo...

Había una vez un rey llamado Gylfi que tenía fama de ser el gobernante más sabio de su tiempo. Además le interesaba tanto la sabiduría que lleno su corte de hombres sabios, pero aun así necesitaba obtener más conocimientos de los que aquellos sabios que formaban su corte podían obtener, por lo que convoco de todas partes del mundo a hombres expertos en magia y aquellos cuyos ojos podían leer los secretos de las estrellas.

Un día, una anciana llamada Gefjun, llegó al palacio de Gylfi pidiendo limosna, y fue llevada inmediatamente ante la presencia del rey. Gylfi la trató con gran amabilidad, y mientras la anciana, estaba sentada a la mesa del rey comiendo la mejor comida del reino, se volvió hacia el monarca diciendo:

“Nunca un extranjero se ha encontrado con tanta amabilidad en ninguna parte del mundo. ¿Qué puede una humilde anciana darle a cambio a un gran rey por tanta hospitalidad?"

Los invitados que estaban festejando comenzaron a reírse fuertemente al oír las palabras de la mujer, cuando las risas se apagaron, el rey respondió con tranquilidad:

“No hay nada que desee excepto sabiduría".

“Entonces, escucha", dijo la extraña anciana.

Y comenzó a contarle al rey la historia del mundo tal y como era cuando emergió creado de las manos de los dioses, luego le habló de los gigantes de hielo, los antiguos enemigos de los Aesir, los brillantes seres que viven en Asgard; y mientras el rey escuchaba, pareció entender cómo debían ser las cosas en esa primera mañana del mundo.

Cuando la anciana terminó de hablar y se volvió para abandonar el palacio, Gylfe le rogó que aceptara algún regalo a cambio de sus maravillosas y novedosas historias; y la extraña, que en realidad era una diosa que se había disfrazado como anciana, le respondió:

“Ya que insistes tanto, oh gran rey, pemíteme tomar tanta tierra como cuatro bueyes puedan arar en un día y una noche".

La petición le pareció extremadamente extraña al rey, pero había aprendido tanto de la mujer que accedió, fue entonces cuando Gefjun trajo cuatro inmensos bueyes desde Jötunheim, y los enjaezó en un enorme arado. Estos bueyes, eran en realidad sus hijos. Los bueyes eran enormes y tan poderosos, que crearon un profundo surco en la tierra, la que posteriormente fue arrancada y traslada hacia el mar por los bueyes, creando de esta manera la isla de Selandia, que se halla ubicada en la actual Dinamarca. El agujero que los bueyes crearon se llenó posteriormente de agua creando el lago Malarën. Con este movimiento Gylfi perdió una gran parte de su reino, pero sintió que incluso eso no era un precio demasiado grande a pagar por los conocimientos que había ganado.

Gefjun arando la tierra con sus bueyes, pintura de Carl Ehrenberg. 1882.
Gefjun arando la tierra con sus bueyes, pintura de Carl Ehrenberg. 1882.

Habiendo aprendido de la Gefjun cuán sabios eran todos los habitantes de Asgard, Gylfi decidió encontrar a los mismos dioses para obtener su sabiduría y, aunque sabía que en su ansioso deseo era probable que se encontrara con la muerte si los dioses consideraban demasiado presuntuosa la actitud del rey. Decidió arriesgarse y emprender el viaje a Asgard; seguramente no habría podido ni siquiera acercarse a las doradas calles de Asgard si Odín no hubiera guiado sus pasos y lo hubiera conducido hasta el Bifrost que se extendía desde Midgard a la ciudad de los dioses. Aquí, al final del puente del arco iris, se encontró con Heimdall, el vigilante, que se aseguraba de que los gigantes no se acercaran a la brillante Asgard, cada vez que un extraño aparecía en el puente del arco iris hacía sonar a Gialar, su cuerno. Heimdall nunca dormía; y no sólo veía tan bien de noche como de día, sino que sus ojos tenían el maravilloso poder de ver a cientos de millas a la redonda. Además tenía unos oídos tan extraordinarios que podía oír la hierba crecer y saber si el viento soplaba en el mar.

Habiendo recibido la orden de Odín de dejar pasar al extraño, Heimdall permitió al rey entrar en la ciudad sagrada; y Gylfi pronto se encontró en presencia de Odín. El Padre de los Dioses lo recibió amablemente; y, después de conocer el objeto de su viaje, permitió a Gylfi sentarse en el gran salón del consejo. Entonces Odín le preguntó al rey qué era lo que deseaba saber, y Gylfi comenzó a interrogarlo libremente y sin temor. Preguntó sobre la creación del mundo, sobre las estaciones y las lluvias, y los cambios de la luna. Preguntó por qué los enanos se mantenían ocultos para siempre en la tierra, y por qué las hadas sólo bailaban a la luz de la luna. Habló, aunque tímidamente, del oscuro inframundo, y preguntó por qué los muertos nunca volvieron a la tierra. Incluso preguntó a Odín sobre los propios dioses; y a todas estas ansiosas preguntas, el Padre Todopoderoso dio una respuesta complaciente.

Gylfi siendo recibido en la sala del Valhalla por Odín, el padre de todos los dioses.
Gylfi siendo recibido en la sala del Valhalla por Odín, el padre de todos los dioses.

De repente la sala se llenó de niebla y sombras, y Gylfi apenas pudo ver la base del trono de Odín. Un gran ruido como un trueno ensordecedor sacudió la sala del consejo, y el rey, desconcertado y asustado, no supo dónde protegerse. Entonces, de repente, la oscuridad y los sonidos se desvanecieron, y Gylfi se encontró en una amplia llanura. Al principio pensó que había visto la sala de los escudos y las brillantes calles de Asgard sólo en un sueño; pero pronto las palabras de Odín volvieron a él, y supo que había hablado con el más grande de los dioses.

Así que Gylfi se convirtió en el gobernante más sabio de la tierra; pero aunque todos los hombres le honraron por su gran sabiduría, muchos se negaron a creer que realmente había estado dentro de las puertas de Asgard.

Fuentes consultadas:

  • Lerate, L. (Ed.). (1986). Edda mayor (Vol. 165). Alianza Editorial. La Edda mayor esta disponible online en ingles en https://en.wikisource.org/wiki/Poetic_Edda
  • Sturluson, S., & Lerate, L. (1984). Edda menor (Vol. 142). Alianza. La Edda menor esta disponible online en https://en.wikisource.org/wiki/Prose_Edda
  • Colum, P. (1920). The Children of Odin: Nordic Gods and Heroes. Barnes & Noble.
  • Page, R. I. (1992). Mitos nórdicos (Vol. 4). Ediciones AKAL.
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