Mitos, leyendas y folclore del mundo...

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Al finalizar el año tenemos dos fiestas relevantes, por un lado, tenemos la Navidad, una festividad que en la mayoría de los casos es de tipo familiar, con un carácter religioso importante asociado, la otra es el Fin de Año, una celebración más festiva, y con un tono menos familiar que la Navidad. Lo cierto es que es la celebración del Año Nuevo se ha vuelto tan festiva, valga la redundancia, que muchos de nosotros hemos olvidado en gran medida la solemnidad que caracteriza a esta festividad cuando surgió. A pesar de ello, y como ya notamos cuando hablamos de Halloween, las festividades tienen tras de sí un trasfondo mitológico antiguo importante, y el Año Nuevo no es la excepción, ya que muchas de nuestras costumbres de fin de año reflejan estas tradiciones mitológicas antiguas.

Bienvenida y bienvenido a Mitos y más, un podcast sobre mitos, leyendas y folclore de todo el mundo, en el que dioses, monstruos, heroes y seres mágicos nos permiten conocer y acercarnos un poco más de las ideas de nuestros ancestros.

El Año Nuevo como fiesta de transición.

Para empezar debemos entender que las culturas antiguas fijaban el periodo que conocemos como Año Nuevo, basándose directamente en fenómenos astronómicos, como por ejemplo, los solsticios o los equinoccios, así como, en los ciclos de las actividades agrícolas humanas, por ejemplo, antes de la siembra, o después de la cosecha, que indirectamente también se relacionaban con el ciclo del año solar. Así pues, podemos decir que nuestros ancestros establecían la fecha de esta celebración basándose en un enfoque cósmico, algo similar a lo que ocurre con nuestro Año Nuevo, en la actualidad, que se encuentra justo después del solsticio de invierno, cuando el sol ha invertido su declive y se vuelve notablemente más brillante.

La mayoría de las culturas antiguas vinculaban el Año Nuevo con la idea de la creación original del cosmos y lo celebraban como una representación de sus mitos. La mayoría de ellos describen el origen del universo con su orden específico establecido, a partir del de alguna forma de caos primordial. La vuelta del Sol y las estrellas, cada año a la misma posición, marcaba un final y un nuevo comienzo en términos cósmicos. Debido a estos hallazgos, podemos entender que el pensamiento y la mitología más antiguos, entendían que lo que terminaba y volvía a empezar en Año Nuevo era el propio cosmos en sí, ya que si su evolución fuera lineal, la posición del sol y las estrellas no debería repetirse. Este esquema implica que el final de cada año transcurrido se caracteriza por el caos, que era indeseable, e incluso maligno. La gente miraba el año que terminaba en términos de todas las cosas malas que se habían acumulado durante su desarrollo, que debían y podían ser eliminadas cuando llegara el nuevo año.

Concebir esta transición del año viejo al nuevo en términos de cosmogonía permitía a los pueblos antiguos situarse, durante el periodo festivo de transición, fuera del tiempo y el espacio terrenales, profanos y cotidianos, y ubicarse en su lugar en un reino sagrado. Durante estas fiestas, estaban en contacto con los dioses en otra realidad superior durante el acontecimiento más importante y sagrado que jamás haya tenido lugar. Ya que los rituales de Año Nuevo no conmemoraban o recreaban la creación, sino que la replicaban y repetían en la experiencia de los propios pobladores que celebraban la fiesta.

Los rituales para purificar el entorno.

Como había que eliminar el caos del año que terminaba para dar paso a un nuevo año, los rituales arquetípicos de este periodo conllevaban diversas formas de purificación y purga del entorno, los lugares sagrados, las comunidades y los individuos, entre ellas podemos mencionar:

  • Barrido y limpieza de templos y limpieza de estatuas de deidades clave.
  • El uso del fuego para quemar el mal y ahuyentar a los malos espíritus.
  • El empleo de incienso o incensarios para producir humo que purifique el aire.
  • Los sacrificios de animales para purificar los lugares y expiar el mal, y también para conseguir la ayuda de las deidades que podían eliminar el mal y mantenerlo alejado.
  • Rituales del chivo expiatorio para llevarse el mal que se había instalado en la comunidad durante el año que terminaba.
  • Estruendo (especialmente ruidos y golpes) para ahuyentar a los espíritus malignos y a los fantasmas.
  • Untar las puertas y los marcos con determinadas sustancias, o colgar ciertas plantas sobre ellos, ya que esto mantenía alejados a los malos espíritus.
  • En el caso de los individuos, confesar los pecados, lavarse y someterse a privaciones como el ayuno.

Este periodo sagrado de transición era una época liminal, en la que había mayor acceso a las divinidades y más capacidad de ver el futuro y de influir en él, por lo que era un momento propicio para el augurio y la adivinación. Los espíritus malignos y los fantasmas también estaban activos y había que aplacarlos o expulsarlos para que el nuevo año fuera un éxito. En Europa, esto se ritualizaba celebrando luchas u otros concursos entre equipos opuestos que representaban el bien y el mal, y en los que siempre ganaba el bien. Por último, la idea de que el periodo inmediatamente anterior al Año Nuevo era caótico se reproducía en las fiestas y rituales de “disolución” previos al Año Nuevo, en los que se rompía o invertía simbólicamente el orden social, político e incluso religioso, lo que implicaba no solo borracheras, sino también cambios de roles (amos que servían a esclavos, un gobernante político o religioso que perdía temporalmente sus poderes, etc.).

Celebraciones de “Año Nuevo” a lo largo del mundo antiguo.

Todos estos rituales fueron de una u otra forma parte importante de las celebraciones de Año Nuevo en las antiguas civilizaciones, entre las que podemos mencionar:

Babilonia.

Los babilonios celebraban el Año Nuevo cerca del equinoccio de primavera, justo antes de la siembra, en el festival akitu (originalmente del sumerio que significa “siembra de cebada”), este festival tenía 11 días de duración. Los primeros días se dedicaban a realizar diversos rituales de purificación y chivos expiatorios, mientras se consideraba que el dios creador, Marduk, estaba encarcelado con criminales en el reino subterráneo del caos, la oscuridad y la muerte. Marduk era entonces liberado para luchar y derrotar de nuevo al monstruo del caos Tiamat, como en el mito babilónico de la creación, tras lo cual era restaurado en su trono y decretaba los destinos para el Año Nuevo. El rey babilonio, también pasaba por un ritual de humillación y restauración, para que su reinado fuera purificado y renovado. Los babilonios consideraban que el cosmos se recreaba realmente durante este tiempo sagrado, tras el cual podía comenzar la siembra.

Egipto.

Los egipcios celebraban un Año Nuevo religioso, simbólico y real, al final de la inundación del Nilo, cuando podía comenzar la siembra de los campos. La emergencia anual de la tierra desde las aguas de las aguas de inundación era responsable del mito egipcio de la creación, en el que un montículo primigenio emergía de las aguas primordiales del caos; ese día marcaba la creación, por lo que el final de la inundación anual y el comienzo de la temporada de siembra se convertía en el Año Nuevo religioso. En los días previos al Año Nuevo se celebraba el festival Khoiak, en el que Osiris era enterrado bajo tierra, similar a la siembra de semillas, y luego se levantaba un pilar djed que simbolizaba su resurrección y el crecimiento de la vegetación. Este ritual garantizaba el bienestar de Egipto durante el año siguiente. El propio día de Año Nuevo era una celebración real llamada fiesta de Nehebkau, en honor al dios cuya magia había propiciado esta aparición anual.

Grecia.

El Año Nuevo en Atenas era un acontecimiento festivo y político que tenía lugar durante la primera luna nueva tras el solsticio de verano, considerado el cumpleaños de la ciudad, y en el que se celebraban competiciones atléticas. Pero antes de ese día se celebraban varios festivales preparatorios a lo largo de varias semanas que servían para purificar a la comunidad. Entre ellas se encontraban el ritual del chivo expiatorio, llamado Thargelia, la limpieza ritual de la estatua de Atenea de la ciudad, llamado Plynteria, un ritual para aplacar a los malos espíritus y fantasmas para el año siguiente, llamado Arrephoria, y dos festivales de disolución, la Skirophoria y Kronia.

Roma.

En Roma, el Año Nuevo tradicional se celebraba el 1 de marzo y el Año Nuevo civil, de establecimiento más reciente, el 1 de enero. Enero, y, por tanto, el Año Nuevo, debe su nombre a Jano, un antiguo dios itálico (quizá sabino) que era el dios de las transiciones, ya que veía el futuro y el pasado, de ahí que se le representara con dos caras, una mirando hacia delante y otra hacia atrás, lo que significaba también el poder de la conciencia. Según Ovidio, Jano era una fuerza primordial, así como toda la sustancia que luego se convertiría en el cosmos, originalmente estaba agrupado en “un solo montón”, pero autoevolucionó, hasta convertirse en el cosmos que todos conocemos y también en el propio dios Jano, al igual que había hecho el dios egipcio Atum. Jano presidía el Año Nuevo, así como otros acontecimientos de transición (matrimonios, nacimientos y muertes, viajes, intercambios, etc.), y también era un dios de presagios y auspicios que servía para alejar el mal. Su nombre significaba “puerta”, y de hecho custodiaba las puertas del cielo. El Año Nuevo más tradicional, el 1 de marzo, se desarrollaba de forma muy similar al de Grecia, con una serie de festivales preparatorios de purificación durante el mes anterior, denominados Februarius por los objetos, que tenían por nombre februa, y que eran utilizados en estos rituales de purificación. Estas fiestas incluían el aplacar los fantasmas de los antepasados, la Parentela, sacrificios y otros rituales para ahuyentar a los malos espíritus Lupercalia y Feralia, y la limpieza de la comunidad, el Regifugium. El Año Nuevo propiamente dicho era una fiesta en honor de Marte, que da nombre al mes de marzo, en la que se cuidaba el fuego de las Vestales, se colgaban laureles, había una danza militar, una procesión por la ciudad y, por último, un elaborado banquete; también se celebraban rituales en honor de Juno en su templo, centrados en su papel de diosa del parto, que representaba la nueva vida, las Matronalias.

Nuestras tradiciones y sus trasfondos mitológico

Como podemos notar, muchas de nuestras modernas tradiciones festivas de Año Nuevo proceden de estos antiguos rituales basados en la mitología antigua, tales como:

  • Nuestra noción general del Año Nuevo como un nuevo comienzo se basa en última instancia en los antiguos mitos de la creación.
  • Nuestra tradición de beber y festejar en exceso en Nochevieja refleja la antigua tradición de ritualizar un periodo de disolución (caos) al final del año. Aunque los festejos pueden continuar el día de Año Nuevo, la idea es diferente: ya no se trata de disolución, sino de una verdadera bienvenida y celebración del exitoso comienzo del Año Nuevo.
  • Nuestra tradición de hacer sonar bocinas y otros instrumentos ruidosos en Nochevieja y de tocar las campanas a medianoche para dar la bienvenida al Año Nuevo procede del antiguo ritual de provocar un estruendo para ahuyentar a los malos espíritus y a los fantasmas.
  • Nuestra tradición de los propósitos de Año Nuevo procede de la antigua noción de que el Año Nuevo es un momento liminal para el augurio y la adivinación, lo que también hace que sea más fácil influir en nuestro.
  • Nuestra tradición de representar al Año Nuevo com un bebé recién nacido, tiene sus raíces en antiguas fiestas como la Matronalia romana. En ella, el Padre Tiempo, que representa al año viejo moribundo, era sucedido por una nueva vida.

Así que esta noche, cuando te sientes a cenar, tras terminar tu lista de cumplidos para el proximo año, y a la medianoche, escuches el estruendo de los fuegos artificiales, las campanadas, o quizá quemes un monigote representando todo lo malo que ha pasado en el año, recuerda que estás celebrando una serie de rituales, tan antiguos como la humanidad misma. Tal vez aunque no lo queramos, estemos así aportando nuestro granito de arena, para tratar de poner orden al caos, y esperar que el año que llega sea mejor que el que termina.

¡Feliz Año Nuevo!

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