La Sombra de la Santidad: Por qué San Nicolás nunca viaja solo y qué revela eso de nuestra psique
Por qué Santa Claus necesita guardaespaldas? Descubre la historia real del caníbal Hans Trapp, la psicología de Ruprecht y la controversia colonial de Zwarte Piet. Una inmersión en el lado oscuro de la santidad.
La Navidad tiene un problema de relaciones públicas: nos hemos obsesionado tanto con la luz, que hemos olvidado la oscuridad necesaria para que esta brille. Detrás de la mitra dorada y la generosidad de San Nicolás, se esconden siglos de traumas históricos, miedos atávicos y estructuras de poder que preferimos ignorar.
Imagina la escena: es una noche de invierno del siglo XVII. Llaman a tu puerta. Esperas un regalo, una validación. Pero quien entra primero no es el santo obispo, sino una figura oscura, cubierta de paja o hollín, armada con cadenas o varas. No es un demonio cualquiera; es la manifestación física de la culpa colectiva. Desde un caballero real excomulgado hasta la proyección de nuestros pecados coloniales, los "compañeros" de San Nicolás no están ahí para dar regalos, sino para recordarnos el precio de la civilización.
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En este episodio de Mitos y Más, desenterramos la historia de estos guardaespaldas siniestros. Pero antes de escuchar, profundicemos en la antropología y la historia real detrás de los tres grandes nombres del terror invernal: Hans Trapp, Knecht Ruprecht y Zwarte Piet.
La Externalización del Castigo: Una Necesidad Psicológica
Desde una perspectiva junguiana, San Nicolás representa el "Ego Ideal": es benevolencia pura, orden y estructura. Pero una figura de luz absoluta es insostenible para la psique humana. Como sociedad, necesitamos canalizar la agresividad, el juicio y la violencia hacia otro lugar. Aquí es donde entra la "Sombra".
San Nicolás opera bajo un sistema de "policía bueno, policía malo". Él no se mancha las manos; delega el trabajo sucio en sus subordinados. Esta estructura permite a la infancia mantener un vínculo inmaculado con la autoridad divina, mientras proyecta todo su terror en el sirviente. Históricamente, estos sirvientes han tomado tres formas principales, cada una reflejando un miedo específico de su época.
Hans Trapp: Cuando el Señor Feudal se convierte en el "Coco"
A diferencia de otros monstruos folclóricos, el terror de Alsacia tiene fecha de nacimiento y defunción. Hans Trapp no es un mito; es la memoria traumática de Hans von Trotha (c. 1450 – 1503).

Von Trotha no era un marginado, sino un hombre de inmenso poder, un Chevalier d'Or y mariscal de los príncipes electores del Palatinado. Su transformación en monstruo se debe a una disputa geopolítica muy real: la "Guerra del Agua". En un conflicto con la Abadía de Wissembourg, Von Trotha construyó una presa para asfixiar económicamente a la ciudad y, ante las quejas, la rompió de golpe, provocando una inundación catastrófica.

La Iglesia respondió con la excomunión, que en el siglo XV equivalía a una muerte civil. Tras su muerte, la tradición oral —esa herramienta de justicia del pueblo— reescribió su historia. Se decía que su espíritu, rechazado por el cielo y el infierno, vagaba disfrazado de espantapájaros (relleno de paja) desarrollando un gusto por la carne humana. Hans Trapp representa el miedo al poder secular desmedido: el tirano que devora a su propia población.

Knecht Ruprecht y el Borrado de lo Femenino
Si viajamos al norte de Alemania, encontramos a Knecht Ruprecht. A menudo descrito como un "hombre salvaje" domesticado que sale del bosque (Von drauß' vom Walde komm ich her), Ruprecht simboliza la naturaleza bruta sometida al orden eclesiástico.
Sin embargo, los estudios académicos sugieren una verdad más incómoda: Ruprecht podría ser la usurpación masculina de una antigua deidad femenina. Antes del cristianismo, figuras como Frau Perchta gobernaban el solsticio, supervisando los tabúes y el tejido. Con la cristianización patriarcal, las funciones de Perchta fueron demonizadas (convertidas en brujas) o absorbidas por sirvientes masculinos como Ruprecht.

Un detalle crucial a menudo olvidado es su saco de cenizas. Antropológicamente, golpear con ceniza no es solo un castigo; es un ritual de muerte y renacimiento, un eco de los antiguos ritos de fertilidad agraria que la Navidad moderna ha saneado hasta hacerlos irreconocibles.
Zwarte Piet: La "Afasia Cultural" y la Herencia Colonial

Finalmente, llegamos a la figura más polémica: Zwarte Piet (Pedro el Negro). A menudo defendido como una tradición milenaria, la realidad histórica es que su imagen actual es una "tradición inventada" en 1850 por el maestro Jan Schenkman en su libro Sint Nikolaas en zijn Knecht.
Antes de Schenkman, el ayudante era un demonio genérico o encadenado. Schenkman, influenciado por la pintura de la Edad de Oro holandesa, transformó al demonio en un sirviente negro vestido como un paje del siglo XVII. En aquella época, tener un sirviente africano joven y bien vestido era un "accesorio de estatus" para resaltar la riqueza y la blancura de sus amos.

Durante décadas, los Países Bajos vivieron una "afasia cultural", una incapacidad colectiva para conectar a este personaje alegre y servil con la dolorosa historia de la esclavitud transatlántica. Hoy, la evolución del personaje no es un ataque a la Navidad, sino una expansión necesaria de nuestro círculo ético.
Conclusión: Integrar la Sombra
Al mirar a los ojos de Trapp, Ruprecht o Piet, no vemos monstruos externos; vemos un espejo de nuestra historia. Vemos nuestros conflictos políticos, nuestro sexismo estructural y nuestro pasado colonial disfrazados de folclore.

La propuesta no es cancelar la Navidad, sino entenderla en su totalidad. Reconocer la sombra es el primer paso para que la luz de la festividad sea, por fin, auténtica y para todas las personas.
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