Mitos, leyendas y folclore del mundo...

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El mar, esa amplia superficie de agua, tan cautivante y llamativa y desconocida, una de las zonas en las que el dominio de la humanidad aún no se ha extendido del todo, ya que existen aún muchos misterios que descubrir, sobre todo de aquello que habita en las profundidades marinas, a pesar del halo de misterio que ha rodeado al mar a lo largo de la historia, no hay que negar la importancia que este tuvo en las vidas y el desarrollo de las culturas antiguas, la mayoría de ellas ligadas al mar como una vía comercial, y como fuente subsistencia.

Es por ello que no es de extrañar que existan una gran cantidad de mitos y leyendas relacionadas con la vida en el mar, de todas estas leyendas que abundan en el folclore mundial, una de las que a mí me parece más interesante, es sin duda la de las islas marinas monstruosas, seres gigantescos y antiguos, con apariencia de islas, pero que son en realidad enormes animales, en cuyos lomos ha crecido todo un ecosistema, que aparenta ser una verdadera isla, estos seres, que viven normalmente mar adentro, alejados de los humanos, con quienes prefieren no encontrarse, y a los que incluso esquivan. En algunas ocasiones terminan encontradas de manera fortuita con algún barco que busca descanso en alguna larga travesía, es de estos seres de quienes hablaremos.

Bienvenidos a Mitos y más, un espacio en el que cuento mitos, leyenda y folclore de todo el mundo, historias desarrolladas por diversas culturas, en las que dioses, monstruos, héroes y humanos conviven, algunas increíblemente populares que seguramente has oido, pero que tienen trasfondos y orígenes que te sorprenderían, otras poco conocidas que probablemente no habías escuchado, pero que tiene mucho que decir.

La isla de la tortuga áspid

En la Edad Media, las leyendas sobre monstruosas bestias abundaban, todas se reunían en extensos tomos, denominados bestiarios, uno de ellos es El Physiologus, cuyo origen se data alrededor del siglo segundo de nuestra era, y cuyas leyendas establecieron las bases de muchas de las criaturas mitológicas más conocidas en el mundo.

En sus páginas se cuenta la historia de la Tortuga áspid también conocida como Fastitocalón, una fascinante criatura marina, tan gigantesca y tan antigua, que árboles y arbustos han brotado de su gruesa piel. Los marineros, cansados de las largas travesías, al ver esta masa elevarse fuera del océano, asumen que es tierra, y se apresuran felizmente en ella esperando un poco de descanso del implacable océano. La tortuga áspid espera, consciente de los intrusos a sus espaldas, hasta que estos cansados por las largas jornadas marinas, deciden acampar y dormir, en medio de una falsa sensación de seguridad. La bestia marina sabe astutamente cuándo esto es así, porque nota que las llamas ardientes de las fogatas encendidas por los marineros sobre su piel, comienzan a menguar, es entonces cuando arrastra a los marineros y sus embarcaciones, hacia su tumba acuática.

Imagen de una critura marina mosntruosa en este caso un pez, descrita en uno de los bestiarios medievales.
Imagen de una critura marina mosntruosa en este caso un pez, descrita en uno de los bestiarios medievales.

Jasconius y San Brandán

La tortuga áspid es uno de los muchos seres que habitaron el imaginario de los marineros en la Edad Media, otro de ellos es Jasconius, el pez más grande del mundo, cuyo encuentro con el monje irlandés San Brandán, y sus 17 acompañantes durante su famoso viaje marítimo de siete años, es bastante llamativo. Según la leyenda San Brandán viajo hasta la isla Paraíso, y un su trayecto, fue deteniendo en varias islas. En una de ellas Brandán y sus hombres se detuvieron agotados y con hambre, y decidieron encender una fogata y poner en el fuego un caldero para preparar algo de comida, cuál no sería su sorpresa, cuando en el mismo instante en que el fuego era encendido, toda la isla empezó a temblar, y partirse en medio de sus pies.

Los monjes asustados por el inesperado movimiento telúrico, decidieron volver al barco rápidamente, y mientras se alejaban de la isla, notaron como esta comenzaba a moverse a través del amplio océano, llevando aun en sus espaldas el fuego que habían encendido.

Retrato del encuentro de San Brandán con Jasconius el pez más grande del mundo.
Retrato del encuentro de San Brandán con Jasconius el pez más grande del mundo.

La isla viviente del Simbad el marino.

Otra criatura de características similares es descrita en Las Mil y Una Noches, exactamente durante el primer viaje de Simbad el Marino.

En esta leyenda Simbad y sus hombres encuentran una isla en medio de la mar, en la que deciden descansar en medio de su viaje, la isla resulta ser una ballena gigante, en cuyo lomo se encuentran plantas e incluso árboles que con el paso del tiempo han logrado hachar raíces, algunos de los marineros que acompañan a Simbad se establecen en la isla y acampan, pero al encender fuego en la espalda de la criatura, esta despierta de su sueño, y la ballena se sumerge bajo el océano para apagar las llamas que se habían iniciado en su lomo, llevándose a aquellos marineros que estaban en su lomo con ella, incluyendo a Simbad, que logra salvarse gracias a un resto de madera que le permite mantenerse a flote. Aunque en el libro no se menciona el nombre de la criatura, esta es una clara descripción del Zaratán, una criatura propia del folclore árabe.

El Imap Umassoursa la isla viviente de la tribu Inuit.

Pero este tipo de leyenda también se puede encontrar entre los nativos americanos, entre los inuits de Groenlandia por ejemplo, existe una leyenda de un monstruo marino de similares características, su nombre Imap Umassoursa. Un pez enorme, con una apariencia más monstruosa, que espera a que algún incauto pescador o marinero se pose en su espalda, con el fin de arrastrarlo hasta las profundidades marinas y después devorarlo. Es por ello que muchos de los pescadores Inuit son reacios a navegar a través de aguas poco profundas, descubiertas de manera reciente en el océano, por miedo a que se trate de esta monstruosa criatura. Al fin y al cabo nadie quiere ser presa de un gigantesco monstruo, o quedarte a la deriva en las aguas heladas.

Aunque no soy marinero, uno solo puede imaginar que después de días, meses o posiblemente años en el mar, la idea de bajarse del barco y tener una noche en la que no estuvieras a merced del mercurial océano, una noche en la que pudieras bajar la guardia y dormir en paz, sería un alivio bienvenido. Que esa isla levante la cabeza, y que la tierra debajo se separe en pedazos, parece un truco cruel del destino, demasiado cruel incluso para las normas de la dura amante que es la mar.

Fuentes consultadas:

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