Una corona de laurel: Dafne y Apolo
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Imagínate que quieres a alguien.
Quieres tanto a alguien que serías capaz de hacer cualquier por esa persona.
Imagina que tu amor, es tan grande, que inspira la envidia de los mismísimos dioses.
¿Qué crees que pasará?
Puedes estar seguro de que nada bueno, y que habrá sangre, mucha sangre…
Ladón es el nombre de un río que cruza la región de Arcadia, un río que además figura en los mitos griegos desde el principio de los tiempos, ya que es mencionado por Hesíodo en su Teogonía, que es una de las principales fuentes de la mitología griega.
Pero Ladón no figura en la Teogonía por ser solo un río, es además de un río el nombre de un dios, un dios muy antiguo con el que la Madre Tierra Gaia, tuvo algunos hijos, una de esas criaturas fue la náyade Dafne, una hermosa muchacha de cuya trágica historia hablaremos en este episodio.
Bienvenidos a Mitos y más, un espacio en el que cuento mitos, leyenda y folclore de todo el mundo, historias desarrolladas por diversas culturas, en las que dioses, monstruos, héroes y humanos conviven, algunas increíblemente populares que seguramente has oido, pero que tienen trasfondos y orígenes que te sorprenderían, otras poco conocidas que probablemente no habías escuchado, pero que tiene mucho que decir.
Dafne, como dijimos era hermosa, pero tenía una belleza cruel para la mayor parte de las mortales, ya que su belleza había sido forjada en los templos de Artemisa.
Artemisa, la gran cazadora, la gran guerrera, la eternamente virgen.
Dafne, al igual que la diosa a la que veneraba, dedicaba su vida a la caza, actividad en la que era muy buena, y al igual que la diosa a la que había entregado su vida había prometido permanecer virgen.
Pero los destinos tienen definida la vida de todos, de dioses y de mortales.
Es así que un día mientras se abastecían de provisiones en una ciudad, Leucipo, el principe de aquellos dominios, miro a Dafne, la hermosa mujer, y se propuso conquistarla, para ello decidió infiltrarse en el culto de Artemisa, disfrazandose como mujer.
Y lo logró, con una larga cabellera y vestido como una cazadora más, se unió a la tropa de seguidoras de Artemisa, demostrando ser bastante hábil, además de extremadamente atento con Dafne. Pronto Dafne y Leucipo fueron inseparables.
Sin embargo, Leucipo, no era el único que había puesto sus ojos sobre la hermosa náyade, un dios también deseaba cortejar a la hermosa muchacha, Apolo, quien siendo testigo de la situación, y al ver la afinidad de Dafne y Leucipo se sintió extremadamente celoso.
O quizá fue que Cupido, ese travieso niño, que pasea con sus flechas provocando problemas en el mundo, lanzo una al poderoso dios, solo como venganza por una broma realizada por Apolo. Sea como sea, el destino de Leucipo estaba sellado.
La idea de disfrazarse de mujer para entrar en un entorno femenino, no era original de Leucipo, Zeus, el dios del trueno hizo lo mismo para seducir a Calisto. Claro que Zeus era un dios, y no cualquiera, sino el rey de los dioses.
En cambio el pobre Leucipo, era un simple mortal, y claramente no tenía ninguna posibilidad.
Pobre príncipe Leucipo,
destrozado en mil pedazos,
un sacrificio de sangre
en el poderoso Ladón
Todo por amor,
Todo por amor…
Un día, Dafne y sus compañeras, entre las que se incluía el mismo Leucipo, visitaron el río Ladon después de la cacería. Las mujeres decidieron bañarse en el río sagrado, el mismo río que había limpiado a Deméter después de haber sido violada por Poseidón.
El mismo río que era el padre de Dafne.
Desnudaron sus cuerpos, y lo mismo hizo Leucipo. Quien tal vez se olvidó de sí mismo; o a quién tal vez ya no le importaba ocultar más quién era.
De cualquier manera, el principe se despojó de su ropa, y expuso su hombría.
Al ver su sexo, las mujeres lo hicieron pedazos. Leucipo fue despojado de su carne, y el río Ladón se tiño de sangre, una ofrenda para las frías aguas Del Río sagrado. Leucipo fue desollado vivo, en las aguas del padre de su amada Dafne.
A pesar del destino de Leucipo o por lo que había pasado Apolo estaba excitado. Extrañas atracciones yacen en los corazones de los hombres, y mucho más en los corazones de los dioses….
Apolo entonces corrió hacia Dafne, con un deseo enorme de poseerla, Dafne, corrió, corrió tan rápido como pudo.
Y mientras corría por el bosque estrellándose con los árboles que se cruzaban en su camino, comprendió las intenciones del dios.
Así que Dafne rogó a los dioses, rogó a su padre Ladón y a su madre la Tierra por poner fin a esta persecución, fue Gea quien finalmente la escuchó, se abrió y acogió a Dafne en su seno.
En el mismo lugar en que la náyade había sido acogida por Gea, apareció un árbol de laurel, el único rastro que pudo encontrar Apolo, de la náyade a la que había perseguido de manera infructuosa.
Un regalo para que el dios la recuerde siempre.
Pobre príncipe Leucipo,
destrozado en mil pedazos,
un sacrificio de sangre
en el poderoso Ladón
Todo por amor,
Todo por amor…
Y ahora, Apolo también llora.
Es desde entonces, que Apolo, hijo de Zeus, hijo de Leto, dios del sol, la música, las artes, la medicina, lleva una corona de Laurel; un acto de recuerdo por todo amor que nunca fue.
Por todos los amores que nunca pudieron ser…
Por todos los amores que hemos perdido….
Recuerda….
Recuerda.
Fuentes consultadas:
- Shua, A. M., & Falcone, F. (2011). Dioses y héroes de la mitología griega. Alfaguara.
- Commelin, P. (2017). Mitología griega y romana: El gran clásico de la literatura mitológica ahora recuperado. La Esfera de los Libros.
- Cardona, F. L. (2018). Mitología griega. Ediciones Brontes.