Cupido: Estúpido e imprudente amor.
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Ah Cupido, el dulce y regordete bebé que adorna tarjetas y decoraciones en esta época del año. Hijo de Afrodita, conocida como Venus por los romanos, la diosa del amor.
Cupido vuela por los aires, con su arco y sus flechas, apretándolos en sus puños regordetes, mientras arroja las flechas del amor. ¿Crees que hay algo más lindo y tierno que este pequeño ángel que nos otorga ese don divino, el don del amor?
Apuleio ciertamente no lo creía así: aquí está la descripción de Cupido, que forma parte de la historia de Cupido y Psique en el libro El Asno de Oro:
Llamó en seguida a su hijo, al niño alado cuya audacia y perversidad desafía la moral pública, y que armado de arco y flechas recorre, durante la noche, las casas forasteras, poniendo disgusto entre esposos, cometiendo impunemente los más graves desórdenes y no haciendo jamás una acción laudable. A pesar de que él, por su malicia innata, se inclina siempre al mal, todavía su madre le excita con palabras.
Apuleio, el asno de oro
Cupido resulta ser la encarnación romana del Dios griego Eros, que representaba al amor primigenio, y como ya mencionamos en el episodio anterior, los antiguos griegos tenían muchas definiciones diferentes de la palabra amor, y Eros se refería específicamente al amor sexual. Cupido era por lo tanto la encarnación del amor y el deseo sexual, sus flechas eran responsables de la aparición de una pasión cegadora, y una lujuria furiosa, una condición que a menudo aparecía de manera temporal.
La evolución de Eros desde un dios primigenio, al regordete bebé que hoy en día conocemos, es bastante interesante, si tenemos en cuenta que la adoración a Eros como deidad era amplia en la Grecia antigua, en donde se representaba como un joven de apariencia atlética, que posteriormente fue transmutándose en una deidad de carácter infantil, responsable de la lujuria desmedida, cuya acción fundamental era ayudar a Afrodita a enredar a humanos y dioses en sus redes.
Pero ¿qué tan poderoso era este niño malcriado que con sus flechas enloquecía al mundo entero?
La mayor parte de los mitos de Zeus, conocido como Júpiter con los romanos, giran en torno a sus múltiples aventuras, leyendas en las que se nos presenta un dios libidinoso que persigue a diversas mujeres a lo largo y ancho del mundo, historias que sirvieron para justificar la amplia descendencia del rey de los dioses griegos, y para incrementar el disgusto de su sufrida esposa Hera, llamada Juno por los romanos. Pero y qué tal si todos esos arrebatos románticos de Zeus, no eran enteramente su culpa, sino que se hallaban influenciado por la acción de nuestro regordete niño y sus flechas, hasta donde conocemos el rey de los dioses no era inmune a las flechas doradas de Cupido, y como Séneca sugiere, la esclavitud de Zeus a su libido, le dio una ventaja fundamental a Cupido.
"Este dios alado que gobierna despiadadamente por toda la tierra e inflama a Júpiter mismo, hiriéndolo con fuegos que no son apagados.”
Séneca, Fedra
Pero podemos señalar a Zeus y criticar su conducta sin ningún miramiento, acaso muchos de nosotros no hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas, por la más diversa de las razones, la locura de la lujuria, o al menos hemos sido testigos de los efectos que está necesidad consumidora crea. Sin embargo la mayor parte del tiempo, una vez que esta necesidad se disipa, no nos queda la más mínima explicación o justificación sobre nuestra locura temporal, y a menudo tenemos que encontrarnos de pie ante las ruinas de nuestras vidas.
Debemos entender entonces que Cupido rara vez disparaba sus flechas como una bendición para sus objetivos, o como una celebración del más puro de los sentimientos, el amor. En lugar de ello, el dios a menudo disparaba sus flechas con el único fin de causar daño, u obtener una pequeña venganza, lo que sí queda claro es que al travieso niño, no le importaban de ningún modo aquellos que terminaban como daño colateral.
En algunos mitos se nos indica que su aljaba no solo contenía las flechas doradas, las que se suponían eran las causantes de provocar la efervescencia del amor, sino que también llevaba consigo un segundo juego hecho de plomo cuyo efecto conducía a lo contrario, causando una absoluta repugnancia y odio sobre quien fuera impactado por este artefacto.
Un ejemplo de la actitud vengativa de Cupido, puede ser encontrado en el mito de Apolo y Dafne, en el que se cuenta que Apolo, uno de los dioses más adorados de la antigua Grecia, se burlaba del pequeño Cupido, que armado con su diminuto arco y flecha trataba de intimidar al poderoso Dios. Cupido en respuesta al desaire de Apolo, disparó una flecha dorada a la carne de Apolo, el que de manera inmediata quedó profundamente enamorado de la Ninfa Dafne, a la que Cupido disparó una flecha de plomo, que provocó el absoluto rechazo de los avances de Apolo, tanto era el desprecio que la Ninfa sentía por el dios, que gritó por ayuda, y su padre Peneo, el dios Del Río, la transformó en un laurel. Así la historia termina con el corazón de Apolo roto y Dafne transformada en laurel, un alto precio a pagar por una simple burla infantil.
Así que si te sientes solo en esta época del año y deseas en secreto que la flecha de Cupido te golpee, tómate un tiempo para reflexionar sobre ti mismo y, en su lugar, regálate un poco de amor propio. Recuerda que aunque no hayas recibido una flecha de amor, es posible que hayas esquivado una bala.
Fuentes consultadas:
- Hamilton, E. (1944). Mitologia. Guillermo Kraft.
- Cardona, F. L. (2018). Mitología griega. Ediciones Brontes.
- Sanchez, K. C. (1999). Eros: mas alla de la fuerza del amor. Káñina, 23(2), 95-105.